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lunes, 7 de mayo de 2007

Imperialismo de influencia mundial: Comprendiendo el presente de las relaciones Estados Unidos - América Latina

Hoy en día, ante los sucesos cotidianos en las relaciones internacionales me surge la duda acerca del cómo Estados Unidos ha logrado posicionarse como potencia hegemónica a casi 3 siglos de su creación como nación, y de cómo sus políticas a lo largo de su historia han estado enmarcadas de grandes estrategas en la dirección histórica de ese país. El imperialismo como tal no es algo nuevo a lo largo de las civilizaciones que han surgido a lo largo de la existencia de la humanidad. Sin embargo, el ascenso de los norteamericanos me obliga a hacer un recuento sobre su evolución nacional y a hacer una crítica a todas aquellas naciones que han podido o no han sabido orientar sus proyectos nacionales y ser dueños de su destino. México es un claro ejemplo de lo anterior al no poder consolidarse como Estado Nación hasta 1867 con el Triunfo de la República encabezada por Juárez, pero hasta 1928 y la creación del Partido Nacional Revolucionario, artífice de la estabilidad mexicana en todo el siglo XX.


En momentos como éste no queda más que pensar en que no hay casualidades en la construcción de imperios y que la historia es una espiral que brinda segundas oportunidades. México y América Latina en general están anclados estrechamente a las políticas emplementadas por los gringos durante la parte final del siglo XIX y todo el XX.


¿Cómo es que esto sucedió en tan poco tiempo? Las razones pueden tratar de ser explicadas a partir de un poco de historia y análisis de las políticas implementadas. El imperialismo norteamericano responde a varias razones de carácter histórico que son necesarias saber para afrontar y comprender los procesos que ocurren en el mundo de hoy.


En este sentido, la aparición de los Estados Unidos como potencia mundial no fue un fenómeno único y ni aislado. Para entenderlo es necesario remontarlos a los últimos años del siglo XIX, quien presentó a los estadounidenses como neoimperilistas que buscaban en esencia una competencia internacional por nuevos mercados y fuentes de abastecimiento, como la que produjo su misma colonización por parte de la metrópoli británica


A pesar de los movimientos expansionistas y coloniales de Europa principalmente a lo largo de los últimos siglos en el continente occidental, la doctrina Monroe apareció como una barrera infranqueable contra nuevas adquisiciones de territorios americanos por potencias europeas, aun cuando no evitó la explotación de la América Latina por el capital europeo o norteamericano.

Después de la Guerra Civil persistieron las dos tendencias tradicionales de la política internacional norteamericana: la doctrina Monroe y la expansión en el área del Pacífico. Este último relacionado con el antiguo comercio con China. La adquisición de Alaska era un elemento importante en este propósito; por otros motivos era conveniente establecer relaciones amistosas con China, disponer un canal en el Istmo de Panamá y anexarse Hawai y todas las demás estaciones carboneras que pudieran obtenerse en el Pacífico.

Otra contribución a la política exterior fue el panamericanismo cuyo carácter era predominantemente económico, pero llevaba implícitas importantes consideraciones de carácter político y hasta cultural. La intención era llegar a una unión aduanera panamericana por medio de una serie de tarifas arancelarias que dieran preferencia recíproca a los productos y mercancías norteamericanos en todos los países americanos. Además de incluir el arbitraje de las disputas internacionales. Aunque esto no fue aceptado como una política formal por parte de los países latinoamericanos pero el principio mismo fue invocado frecuentemente. De esta manera arbitró varias disputas territoriales y comerciales. Hasta que en una disputa sobre la frontera de Venezuela ofreció una oportunidad para la reafirmación vigorosa de la doctrina Monroe que alarmó a la América Latina, insultó a Canadá y desafió a Inglaterra:

“Hoy en día los Estados Unidos tienen prácticamente la soberanía sobre este continente y sus determinaciones son ley en los asuntos a los cuales confía su interposición… la distancia de tres mil millas de océano hacen antinatural e impracticable toda unión permanente entre un Estado europeo y un Estado americano.”

A pesar de lo anterior Estados Unidos y Gran Bretaña se consolidaron como buenas relaciones.

Sobre el destino manifiesto, que había servido en otros tiempos para justificar la conquista de Texas y California. Ahora debía servir para explicar una “política de amplios horizontes” en el mar Caribe y en el Extremo Oriente. Ahora que el continente había sido conquistado, no cabía duda sobre el destino ineluctable de los Estados Unidos de convertirse en potencia mundial. Los norteamericanos debían empezar a mirar hacia fuera.

Cuando, después de una década de luchas y agitación, las cosas se apaciguaron, los Estados Unidos se encontraron con un rango de potencia mundial, poseedores de territorios en Puerto Rico, Hawai, Midway, Wake, Guam, Tutuila y las Filipinas, ejerciendo protectorado sobre Cuba, Panamá y Nicaragua y dueños de intereses e influencia en el Lejano Oriente.

No cabe duda de que la política de expansión fue tan popular en la última década como lo había sido a mediados de siglo.

La revolución cubana de 1895 determinó el principio de la realización de las ambiciones imperialistas del pueblo norteamericano. Desde los días de Jefferson, Cuba había sido objeto de peculiar atención por parte de los Estados unidos y se había considerado comprendida en la esfera de la influencia norteamericana. Durante varios años se intentó comprar la isla y se vio como un interés primordial para poder garantizar el poderío de la Unión. La isla se volvió en un objetivo estratégico para los Estados Unidos.

Décadas atrás había estado el interés de los norteamericanos por hacerse de Cuba, sin embargo a pesar de reiteradas oportunidades no habían hecho mayor cosa de 1868 a 1788, las razones son varias, entres las que destaca, la prensa y su influencia en la sociedad civil, así mismo como el incremento de los intereses norteamericanos sobre la isla a lo largo de estos años, además de expandir sus intereses económicos en la región del Caribe, lo que hacía aún más imprescindible a Cuba para el control de dichos intereses.

La guerra de 1898 persiguió aparentemente la liberación de Cuba, pero no empezó hasta después de tres años de lucha de los cubanos por su independencia. La causa fundamental de la revolución cubana que estalló en 1895 fue la opresión política y la explotación económica ejercida por España.

Estados Unidos siempre estuvo inmiscuido aunque en un principio no de manera directo, esto en gran parte porque los ciudadanos norteamericanos que poseían propiedades o intereses en la isla pedían la intervención de su gobierno en el conflicto para garantizar su bienestar. El pueblo norteamericano tuvo una gran influencia sobre el gobierno en este entonces. A pesar de la liberalización del sistema Español sobre cuba, que obligó a los norteamericanos a moderar sus acciones en contra del conflicto, la opinión pública ejercía presión para incrementar la participación del gobierno.

Así estaban las cosas cuando la nación se enteró con horror de que en la noche del 15 de febrero de 1898 el buque de guerra norteamericano Maine hizo explosión en el puerto de La Habana. Sin un voto en contra, el Congreso aprobó apresuradamente un crédito de 50 millones de dólares para la defensa nacional mandando a Madrid un documento que resultó un ultimátum, proponiendo un armisticio inmediato, la revocación definitiva del sistema de concentración y una mediación norteamericana entre España y Cuba. La respuesta formal de España no fue del todo satisfactoria pero se hicieron acciones para matener la paz. El 9 de abril el gobierno español claudicó completamente; las hostilidades se suspendieron y el ministro norteamericano telegrafío desde Madrid que si no se hacía nada humillante para España, la cuestión cubana podría ser resuelta de acuerdo con las demandas norteamericanas. Lo que los norteamericanos exigirían posteriormente en indemnización a las víctimas del Maine sería en echar a los españoles del Nuevo Mundo.

El 11 de abril, el presidente remitió al congreso su mensaje de guerra que ya tenía preparado. Al final de dicho mensaje hizo una ligera referencia al hecho de que Madrid ya había capitulado en todos los puntos de la cuestión.

Los Estados Unidos entraron a la ligera en una guerra que les dio una gloria fácil, pero también nuevas y graves responsabilidades. Fue una guerra manifiestamente popular. A la resolución conjunta del 20 de abril de 1898, autorizando el uso de las fuerzas armadas de la nación para libertar a Cuba, se había añadido la enmienda Teller que deliraba que los Estados Unidos declinaban toda disposición o intención de ejercer la soberanía, jurisdicción o control sobre la isla, excepto para su pacificación, y afirman su determinación de abandonar, cuando ello se haya logrado, el gobierno y control de la isla a su pueblo”.

En diez semanas de lucha, los Estados Unidos liquidan el imperio español. Después de una resistencia encarnizada. Sin embargo, otro punto estratégico norteamericano estaba en el Oriente, las Filipinas, que en el momento en que se entró en guerra con España, fueron atacadas y tomadas por los norteamericanos, apoyando las fuerzas insurrectas locales de Aguinaldo.

El colapso de sus fuerzas militares y navales en todos los frentes obligó a España a pedir la paz. El 30 de julio se dio a conocer las condiciones: evacuación inmediata y definitiva de Cuba, cesión de Puerto Rico y de una isla en los Ladrones y ocupación de la ciudad, puerto y bahía de Manila hasta que se decidiera la suerte final de las Filipinas. España firmó el 12 de agosto la paz preliminar.

España no tuvo mayor problema por ceder Cuba y Puerto Rico, sin embargo tuvieron problemas con Filipinas porque no podían anexárselas por la fuerza, sin embargo no podían traspasarlas a otra potencia y mucho menos devolverlas a España, pero tampoco podían abandonarlas a su suerte pues no estaban preparadas para autogobernarse, lo que llevó a no tener más remedio que tomarlas y educar a los filipinos.

Así pues, se obligó a España a ceder las Islas por 20 millones de dólares y el 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París y los Estados Unidos quedaron oficialmente convertidos en potencia mundial.

El problema fue sido que habían comprando una insurrección en las Filipinas que le costarían a Estados Unidos más vidas que con la guerra con España. Al poco tiempo, se encontraron haciendo en las Filipinas exactamente lo mismo que lo que habían condenado a los españoles en Cuba.

El argumento contra la anexión de Filipinas no sólo se apoyaba en la antigua repugnancia a gobernar sin el consentimiento de los gobernados y en la repulsión que producía el modo como se llevaba la guerra de conquista, sino también en motivos políticos, económicos y constitucionales. Se hacía notar que la posesión de colonias en el Pacifico requeriría para su protección un gran aparato militar y naval que los inmiscuiría en todo el complejo de la policía del Extremo Oriente. Se argüía que la conquista, administración y defensa de las Filipinas costaría mucho más de lo que jamás producirían las Islas. Finalmente se alegaba que la Constitución no permitía la adquisición de posesiones extraterritoriales y el gobierno de otros pueblos sin su consentimiento.

Finalmente, la estadía norteamericana en las Filipinas trajo beneficios para la población filipina, estabilizó el país, erradicó enfermedades y mortandad, y educó a una gran cantidad de la población, sin embargo, nunca dejaron de pedir su independencia cosa que consiguieron con los años.

Entre 1893 y 1898 dos acontecimientos en el Extremo Oriente intensificaron la demanda de anexión de las islas Hawai. El primero fue la elevación del Japón al rango de gran potencia y el temor de que los japoneses inundasen las Islas; el segundo fue la esperada anexión de lsa Filipinas, que iba a dar a Hawai una nueva importancia como base Naval. La anexión se consumó, por fin, mediante la resolución conjunta de 7 de julio de 1898.

Cuba fue mantenida bajo control norteamericana hasta la década de los treina, en este periodo la isla mejoró notablemente y los intereses norteamericanos se multiplicaron exponencialmente, aunque esto fue a la par de su salida de la isla dejándola así para los cubanos.


A lo largo de revisar la historia de los Estados Unidos en su proceso de expansión territorio hay varios puntos que vale la pena ser tomados en cuenta en el análisis histórico de dicho país. Uno de los principales que puedo considerar al respecto, es la visión y planeación para la obtención de objetivos previamente trazados. Como vemos a lo largo de toda la historia, todo movimiento norteamericano, no solo a la hora de hacerse de territorios, sino en general en toma de decisiones, obedece a un carácter estratégico bien definido. Sin embargo, muchas de sus acciones pueden cuestionarse a los ojos internacionales, el caso de México por ejemplo, es claro que todo fue una trampa para poder despojarle de sus territorios. Fue una acción desleal por parte de un país más poderoso y que supo tomar ventaja de las debilidades de un país que no tenía los medios suficientes para defender su legítimo territorio.

La obtención de cada uno de sus fines pude verse desde una óptica netamente pragmática sin ver intereses más allá de los suyos propios. Una visión sumamente egoísta y que hasta el día de hoy impera en su trato hacia las demás naciones en la comunidad internacional, mismas que le han ganado cierto rencor y desprecio por un gran número de pueblos alrededor del mundo.

La visión a futuro, es decir, la prospectiva es un don que Estados Unidos supo desarrollar muy bien, al grado de ser el único país del continente que supo consolidar un sistema de gobierno eficaz y una estabilidad política relativa con el paso de los años, sin que el pacto original fuera quebrantado.

La ideología Norteamérica ha sido decisiva en sus intereses, al llevarlos de adentro hacia fuera, y saber justificar sus acciones políticas y militares a construcciones como la doctrina Monroe o el “destino manifiesto” cuya esencia ha llevado a aquella nación a intervenir de manera directa en los asuntos de otras naciones y específicamente de la región latinoamericana.

Lo rescatable de lo anterior repito, obedece siempre a su visión de Estado, y la clarificación de objetivos y de los medios para obtenerlos, se le puede cuestionar las formas de obtención de estos, pero finalmente no se puede negar que han sabido construir una nación fuerte y poderosa que actualmente es líder e muchos sentidos y cuya construcción empezó desde el momento de su independencia. Quizá el único periodo de retroceso que han tenido, o de estancamiento fue el periodo correspondiente a la Guerra de Secesión, sin embargo, aquella coyuntura fomento decisiones y acciones que hasta el día de hoy persisten al nunca abandonar su posición en el mundo y la visión clara de lo que quieren, y cómo obtenerlo.

En suma, no podemos aislar a la América Latina, de los Estados Unidos, a partir de que son ellos quienes han marcado las pautas de relación entre las naciones continentales y su estudio y comprensión es vital para el conocimiento de la región.

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