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lunes, 26 de febrero de 2007

Los medios de comunicación como elemento articulador en el desarrollo político de México.

Los medios de comunicación deben ser los principales promotores del crecimiento y fortalecimiento de la sociedad civil mexicana, en un México que se encuentra secuestrado por las oligarquías que gobiernan.

Hace unos días que he estado meditando sobre algunas situaciones que aquejan nuestra joven democracia en materia de participación. Hoy en día (a pesar del reciente conflicto electoral), podemos decir que hemos alcanzado una democracia electoral que proporciona esa Incertidumbre indispensable sobre los resultados electorales. Basta con remontarnos a las semanas que precedieron al 2 de julio: nadie tenía certeza absoluta sobre quien sería el ganador. Esto es precisamente, un logro que a los mexicanos nos ha costado construir y que hemos venido trabajando desde el inicio del proceso liberalizador en tiempos de López Portillo. Sin embargo, el proceso liberalizador, o de transición, ha tenido una serie de claroscuros en materia de participación ciudadana, entendida ésta, como la acción que ejerce la sociedad civil en la esfera pública ajena al control del Estado. La sociedad civil a su vez, en palabras del Dr. Fernández Santillán “se presenta como un espacio abierto a la construcción de formas asociativas independientes del control gubernamental y que ejercen influencia en el diseño de las políticas gubernamentales”[1].

Hago énfasis en la participación ciudadana, dado que si bien México cumple cabalmente con la definición mínima de Democracia (R. Dahl), es una realidad que dicha definición no es suficiente para darle un carácter de irreversible (no volver a regímenes autoritarios). La democracia en México debe transitar de ser una democracia de facto, o legal, a una democracia de calidad entendida por Leonardo Morlino como : “aquella que presenta una estructura institucional estable que hace posible la libertad e igualdad de los ciudadanos mediante el funcionamiento legítimo y correcto de sus instituciones y mecanismos”[2].

Una democracia de calidad es una democracia con un entramado ciudadano fuerte que tenga la capacidad de ser contrapeso contra las políticas que el Estado ejecute. Sin embargo, el conglomerado civil parte necesariamente de un nivel de cultura democrática mínimo que fomenta la participación en las esfera pública. La libertad e igualdad ciudadana de la que habla Morlino no se refiere únicamente a su carácter legal plasmada en decretos, pactos o leyes, es más extensa y habla de las oportunidad reales del entorno que permite el desarrollo de las capacidades de las personas. En México no tenemos que hacer un riguroso estudio para demostrar y dejar en claro que estas oportunidades se han visto menguadas al grado de a pesar de ser la economía número 11 del mundo, somos alrededor de la 60 en materia de distribución del ingreso (con buenos sistemas de redistribución, el ingreso per cápita mexicano podría estar en 22 mil dólares al año, la realidad es otra y el ingreso promedio es de 6 mil dólares anuales, es decir, poco más de 6 mil pesos mensuales ¿a quién le alcanza con eso?).

La polarización social es producto de políticas deficientes no solo en materia económica y política, sino también en materia social, incluyendo deficientes programas de educación. Una población mal educada difícilmente será crítica de sus gobernantes y será incapaz de aglutinarse en pro de causas de interés común. La clase política mexicana no ha podido (ni quiere) estar a la altura del desafío histórico que converge en estos días. Enfrascados en discusiones estériles y sin trascendencia, nuestros políticos se debaten en las tribunas nacionales sus intereses sin el menor de los escrúpulos dejando en último lugar de su lista de prioridades el interés nacional.

En este punto es donde cobran renovada importancia los medios de comunicación. No está por demás decir que un gran número de mexicanos pasa más de 3 horas diarias frente al televisor o recibiendo información a través de algún medio masivo.

Los medios de comunicación y el crecimiento tecnológico en el mundo entero han sido fuente de información y reflexión, siendo incluso en México un factor determinante en la alternancia del año 2000 al contar cada vez con mayores espacios de debate ajeno al control estatal. Sin embargo, no han logrado insertarse en una dinámica democrática responsable y de contrapesos.

El insumo principal para generar una sociedad civil participativa es la educación y la cultura democrática; sin embargo, el elemento articulador es la información de calidad que puedan ejercer los medios de comunicación como garantes de las discusiones nacionales. Desafortunadamente el imperio de la relación ingreso/rating ha traido consigo (al menos en el caso de la televisión) la proliferación de programas sin contenido alguno en los horarios estelares.

Existe una hecho indiscutible y esto es, como ya se mencionó, que una democracia de calidad y consolidada pasa forzosamente por la inclusión de una sociedad civil participativa en la esfera pública. Sin embargo, difícilmente ésta encontrará los causes necesarios para fortalecerse y engrosarse en materia crítica si es que no se dan las circunstancias idóneas para ello. El cambio difícilmente vendrá de abajo, sobre todo si consideramos la apatía de la gente a organizarse por su condición social primordialmente. Por otro lado, el cambio, el diseño de políticas, pero sobre todo el eje rector de las transformaciones nacionales proviene del gobierno, pero que gracias a la mezquindad de los políticos se antoja complicado una mayor participación en tan importante cruzada.

Es por lo anterior que el papel de los medios de comunicación y la prensa en México debe asumirse como un elemento articulador entre el gobierno y los ciudadanos erigiéndose como promotor de cambio a través de la inclusión de mayor calidad de contenidos y contenido de la información. Actualmente no basta con dar una nota, es necesario proporcionar un contexto tomando como referencia información válida que ayude al usuario a conocer las consecuencias de las decisiones tomadas por el gobierno en un marco en donde el ámbito internacional no sea ajeno.

La terea es difícil, y en un país donde la competencia mediática se circunscribe a dos empresas, parece complicada la adopción de nuevos esquemas de generar información. La inclusión de una mayor oferta en el mercado de las televisoras por ejemplo sería benéfico en tanto la información generada pasara por nuevos procesos de selección y calidad.

Por todo lo anterior es que resalto la renovada importancia de los medios en aras de construir un México mejor, más justo, más equitativo, y sobre todo más democrático en donde todos salgamos ganando en el mediano y largo plazo. Nuestro papel como individuos está en exigir información de calidad alejada lo más posible de amarillismos y fomentar aunque sea a través de una lineas semanales el debate que México requiere.

Esperemos que los cambios que este país necesita se den en los próximos meses, pero por lo pronto en estos tiempos de turbulencia comparto mi opinión y externo nuevamente el carácter fundamental de los medios de comunicación en la construcción de un México mejor.


[1] Fernández Santillán, El despertar de la Sociedad Civil, México, Océano, 2003, p. 259.


[2] Morlino, Leonardo, Calidad de la Democracia, notas para su discusión; ponencia presentada en el panel “Qualitá della democracia: quale interdisciplinarietá?, en el Congreso Anual de la Sociedad Italiana de Ciencia Política, Trento, 14-16 octubre de 2003. Traducción del inglés de Azul Aguilar y César Cansino.

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