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lunes, 23 de julio de 2007

El Problema del Fondo

Hace varios años que existen una serie de discusiones en torno a lo que se denominan las Reformas del Estado. La explicación es muy vasta al respecto. Si nos remitimos a los procesos políticos que México ha sufrido desde que inició la transición, tenemos como resultado una serie de propuestas y discursos cuya esencia es la misma: adecuar los procesos institucionales a la Realidad del País; dicho en otras palabras, modificar las formas políticas para dar correcta solución a las demandas que surgen de los diferentes sectores de la sociedad.



Muchos teóricos y analistas hablan de la situación política y de la transición incompleta. Se dice que México no ha logrado transitar por completo del autoritarismo vivido por más de 70 años, a una democracia irreversible. A pesar de contar ya con una democracia electoral, los cambios no han llegado a la totalidad de la instituciones, es decir, seguimos haciendo política con las viejas reglas del régimen anterior, pero contamos ya con nuevos problemas y nuevas situaciones económico, política sociales.



A consecuencia de esto, se han abierto cantidad indiscutible de foros, eventos, tertulias, comisiones y demás grupo de trabajo para tratar de "actualizar" el sistema político, a uno de vanguardia, uno que genere consensos, gobernabilidad, estabilidad, etc. Dar con la receta exacta que permita mejorar (o crear en muchos casos) los procesos necesarios en la democracia.


Uno de los temás más relevantes quizá tenga que ver con transitar de un sistema presidencial supuestamente agotado a uno parlamentario, o semi presidencial. Los argumentos esgrimidos son variados, desde los estudios realizados por Adam Przeworski sobre la durabilidad de las democracias, diversos textos académicos como La Quiebra de las Democracias, y un sin fin de evidencia empírica que situa a los sistemas parlamentarios como La Opción para México ante lo evidente de los desacuerdos y la falta de incentivos para la cooperación política entre oposición y gobierno.



Desde el punto de vista teórico creo que nadie negaría las ventajas del sistema parlamentario sobre el presidencial. Sin embargo, para el caso mexicano se tiene que ser cauto a la hora de proponer y tomar en cuenta una serie de factores que lo definen y enmarcan.


Aunque mucha gente soslaya o siemplemente omite el factor histórico, el sistema presidencial está súmamente arraigado en el colectivo social político, es uno de los fantasmas de la historia nacional, como el patriomonialismo soberano petrolero, la Revolución, la magnificencia Juarista, los ídolos de texto gratuito como Carranza, Villa, Zapata y los respectivos demonios nacionales como Iturbide, Santa Anna, Maximiliano y Porfirio Díaz. El sistema presidencial es algo tan arraigado en el procesamiento de las ideas políticas como la idea del "Sufragio Efectivo, No reelección". Estos preceptos, casi dogmáticos, vienen en detrimento de cualquier posibilidad de cambio, al menos de manera automática.


Sin embargo, me parece que el hecho de querer dejar el sistema presidencial es el camino fácil, ya que solo pretende rellenar y menoscabar lo que es una realidad incuestionable: la incapacidad de la clase política por asumir el rol histórico que le corresponde.


Cuando se justifica la necesidad de cambio, inmeditamente surgen explicaciones como la falta de acuerdos y la dificultad que los distintos grupos políticos encuentran para lograr concordancias, todo esto en una fotografía a la que se le ha llamado "Gobierno Dividido". El Presidente no tiene mayoría en el Congreso para impulsar su programa de gobierno, hecho que combinado con sus limitadas atribuciones constitucionales como el poder de veto, lo convierten en un poder "débil" frente a sus contrapartes.


Para solucionar este problema, o dotar de mayor gobernalidad no es necesario cambiar todo el sistema, en realidad solo sería necesario hacer algunas reformas sobre las atribuciones del Presidente de la República (por ponerlo de manera sencilla). En mi opinión el sistema democrático presidencial mexicano no está agotado (hago énfasis en el carácter democrático), en realidad, México no ha tenido experiencia suficiente en esta modalidad suficiente para advertir sobre su desgaste. El sistema presidencial mexicano clásico (post revolucionario) es el que está agotado. El juego democrático exige, reflexión, aceptación, adopción y ejecución. Creo que todos estamos de acuerdo en la vía democrática como mejor alternativa, pero no hemos logrado adoptar los valores democráticos, especialmente la clase política, porque hay que ser muy claros en este sentido. La clase política no está inserta en una dinámica democrática capaz de generar gran cosa. La clase política se encuentra sumergida en un pragmatismo carente de sentido histórico y por ende de Futuro. No existe planeación y los logros políticos se cuentan en el día a día a través de disputas estériles y pequeñas victorias sectarias en detrimento del Colectivo Último, de la Nación.


Esto resulta el Problema de Fondo, no es problema de las instituciones como tal, sino de los caminos y opciones divergentes que cada grupo político plantea para el país. Pensando un poco al respecto, me vino esta reflexión. ¿Qué pasa cuando el problema es de Fondo? El discurso que transita entre la sociedad y la clase política plantea la forma como el problema. Los políticos, el sistema, las instituciones, etc. Pero qué pasa cuando el problema no es el mismo. El problema es de Fondo.


Estados Unidos, por ejemplo, al momento de lograr su independencia en el siglo XVIII tenían muy en claro el fondo. República democrática federal representativa. Con esto claro, los problemas que vinieron después fueron de carácter secundario o de carácter social, pero la parte política procedimental estaba resulta. México tuvo que pasar guerras intestinas, invasiones y demás problemas antes de asumirse como una República. El Estado Mexicano no se forma como tal hasta la segunda mitad del siglo XIX, con Juárez y el "Triunfo de la República". El día de hoy resulta claro que en pleno año 2007 no tenemos claro el Fondo. A casi 200 años de nuestra independencia no estamos seguros del Fondo, la discusión se centra en la forma. ¿Cómo hablar de un Futuro, si no tenemos valores comunmente aceptadas? Si ni siquiera estamos de acuerdo con el juego democrático ¿Cómo podemos ponernos de acuerdo con algo más complejo?


Esta situación me resulta desalentadora y quizá sea en extremo pesimista para el amigo lector. Desafortunadamente es al resultado de la evidencia que tengo a mi alcance. Espero estar equivocado cuando afirmo que México está inmerso en el círculo vicioso del egoismo, lo cual nos limita y condena a asumir los cambios que el país requiere para brindar un mejor nivel de vida a sus casi 105 millones de habitantes. Romper el círculo vicioso depende de una sociedad civil organizada que lo quiebre. Lastimosamente para todos, no veo una sociedad civil ni remotamente organizada, solo grupos clientelares al servicios de grupos y caciques, mientras que el resto se encuentra inmerso en las telenovelas y reality shows. Espero equivocarme, pero el Futuro de México luce desolador a esta distancia. El Futuro de México está en manos de la clase política...

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