La conformación del Partido de la Revolución Democrática fue convulso. Con un gran fraude electoral como escenario y en los años finales del Estado-Gobierno-Partido.
En torno al caudillo se congregó la izquierda esperanzada, la izquierda ofendida y perseguida durante años. Se trazó el camino, pero nunca un objetivo. Hoy 18 años después, el PRD tiene frente a sí, el mayor desafío, el más grande, recomponerse con un grupo pragmático al frente o seguir siendo botín de líderes corruptos y dogmáticos.
México ya no vive en 1988. El PRI ya no es gobierno, pero es poder, actor preferencial que manipula como siempre lo ha hecho. El PAN por otro lado, ha perdido el rumbo y busca enfrentar los retos del gobierno frente a sus propios anhelos de autoritarismo y corrupción.
Los tres partidos políticos se debaten y se desintegran. No hay coherencia a su interior. ¿Serán reflejo de una confundida sociedad mexicana o viceversa?
Mientras la clase política se rasga las vestiduras en el dialogo de sordos, los mexicanos viven, trabajan, respiran y ven telenovelas. Prestan más atención a las tragedias de los “reality shows”, que a la falta de propuestas de sus representantes populares. Y bajo ese manto de resignación, renegamos de nuestra propia responsabilidad como miembros de un Estado, que nosotros somos el Estado.
El verdadero debate no es la Reforma Fiscal, ni la Reforma Energética o Electoral. Ni siquiera la falta de Federalismo y de instrumentos legales que le den autonomía a los estados y municipios. El problema, creo yo, es que los mexicanos nos hemos dejado de observar, hemos cedido una y otra vez, nos hemos vuelto egoístas, nos justificamos placidamente y ni siquiera nos cuestionamos el tipo de país en el que queremos vivir. Somos (en una interpretación personal de Octavio Paz) los observadores en el gran baile de mascaras…
Como seres humanos debemos hacernos cargo de nuestra propia existencia, aceptar las consecuencias de nuestros actos y cuestionarnos las difíciles formas de la convivencia cotidiana y una vez que comencemos al interior, podremos comenzar a reconocernos en el “otro”, construirnos socialmente con base en el dialogo, el intercambio de ideas y los razonamientos comunes.
Hoy me declaro harta del chinogate, del espurio y del legítimo. De Ulises Ruiz y el gober precioso, del narcotráfico y Estados Unidos, del CETU y los perredistas que se sacan fotos comprometedoras, de la mediocridad de la mayoría de mis compañeros de trabajo, de Marcelo y sus peleas con todo mundo, y de toda la superficialidad que nos hastía y nos molesta….
En torno al caudillo se congregó la izquierda esperanzada, la izquierda ofendida y perseguida durante años. Se trazó el camino, pero nunca un objetivo. Hoy 18 años después, el PRD tiene frente a sí, el mayor desafío, el más grande, recomponerse con un grupo pragmático al frente o seguir siendo botín de líderes corruptos y dogmáticos.
México ya no vive en 1988. El PRI ya no es gobierno, pero es poder, actor preferencial que manipula como siempre lo ha hecho. El PAN por otro lado, ha perdido el rumbo y busca enfrentar los retos del gobierno frente a sus propios anhelos de autoritarismo y corrupción.
Los tres partidos políticos se debaten y se desintegran. No hay coherencia a su interior. ¿Serán reflejo de una confundida sociedad mexicana o viceversa?
Mientras la clase política se rasga las vestiduras en el dialogo de sordos, los mexicanos viven, trabajan, respiran y ven telenovelas. Prestan más atención a las tragedias de los “reality shows”, que a la falta de propuestas de sus representantes populares. Y bajo ese manto de resignación, renegamos de nuestra propia responsabilidad como miembros de un Estado, que nosotros somos el Estado.
El verdadero debate no es la Reforma Fiscal, ni la Reforma Energética o Electoral. Ni siquiera la falta de Federalismo y de instrumentos legales que le den autonomía a los estados y municipios. El problema, creo yo, es que los mexicanos nos hemos dejado de observar, hemos cedido una y otra vez, nos hemos vuelto egoístas, nos justificamos placidamente y ni siquiera nos cuestionamos el tipo de país en el que queremos vivir. Somos (en una interpretación personal de Octavio Paz) los observadores en el gran baile de mascaras…
Como seres humanos debemos hacernos cargo de nuestra propia existencia, aceptar las consecuencias de nuestros actos y cuestionarnos las difíciles formas de la convivencia cotidiana y una vez que comencemos al interior, podremos comenzar a reconocernos en el “otro”, construirnos socialmente con base en el dialogo, el intercambio de ideas y los razonamientos comunes.
Hoy me declaro harta del chinogate, del espurio y del legítimo. De Ulises Ruiz y el gober precioso, del narcotráfico y Estados Unidos, del CETU y los perredistas que se sacan fotos comprometedoras, de la mediocridad de la mayoría de mis compañeros de trabajo, de Marcelo y sus peleas con todo mundo, y de toda la superficialidad que nos hastía y nos molesta….
1 comentario:
La debil estructura burocratica es propensa a ser pisoteada por el interes politico, quien a su vez, es guiado por el interes economico.
Si esos son los principales intereses del pais -dinero y poder-aunado a la total inexistencia de una cultura civica por parte de los gobernados, se configura el escenario que todos conocemos: un pais que avanza a cuentagotas, alejado del desarrollo social y politico.
Publicar un comentario